Un muy destacado lingüista europeo propone en este libro un ejercicio insólito: considerar la actividad de quienes se ocupan de la lengua desde el punto de vista del psicoanálisis. Ello aporta sabrosas enseñanzas tanto para analistas como para gramáticos y, para el curioso en general, viene a esclarecer con sucinta ironía buen número de temas, desde el apego a la lengua inevitablemente materna hasta la pasión del purista, pasando por las argucias de los profesionales para no hacer lingüística diciendo que la hacen.