El libro que tengo el placer de prologar se dirige principalmente al psicoanalista principiante, al que todavía no se ha decidido por una teoría, pero también quiere ser escuchado por el que ya encontró su identidad profesional. Aspira a que éste pueda revisar sus presupuestos teóricos y gane así una nueva frescura en su trabajo cotidiano, y trata de vitar que el principiante se ate prematuramente a una doctrina que mantenga su ingenuidad original, aunque tenga que pagar el precio de la confusión y de la angustia. El precio es alto, pero vale la pena: la angustia, bien decía Sartre, es el vértigo de la libertad. No se propone , pues una nueva teoría que vaya a competir en las de Hartmann, Melanie Klein o Lacan, sino más bién una "metateoría" que se pone al servicio de la clínica y puede abarcar las demás.