En el curso de las últimas décadas nuestro conocimiento del desarrollo del niño se transformó en numerosos aspectos. El niño posee más competencias de lo que se pensaba, incluso antes de nacer, y las interrelaciones con su entorno son ricas, complejas y multidimensionales. Los conocimientos obtenidos abren la esperanza de que las confrontaciones interdisciplinarias permitan alcanzar una concepción integrada y unificada. Acaso las ciencias cognitivas pueden integrar la herencia del conductismo y del constructivismo así como de la psicología experimental y de la etología e incluso de las neurociencias.